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martes, 11 de julio de 2006

En la marcha

Muchas vidas he visto ya, decía Don Juan al otro lado del espejo, sentía a veces esa necesidad ciega de encender una hoguera y ver arder, perdiéndose, mientras se pierde el sentido del tiempo, como Don Juan esa noche sentado al otro lado del espejo, ese espejo largo y horizontal que adornaba la parte del bar , que don Juan aseguraba no tenia otro sentido que el de ocultar al cliente lo que se sirve.

Habíamos llegado al bar, casi por inercia, esa fuerza centrífuga del café y la bohemia nos había arrastrado, al silencio que antecede a los gases primero y ahora al aroma de tabaco y café del viejo bar de Don Guido.

Juntos almorzamos, nos fuimos encontrando de uno, cuando llegué estaban sentados de espalda al la puerta, en la mesa de la esquina, aquella de la luz pálida, donde almorzar a cualquier hora seria una especie de acto colectivo y transitorio. Fernando tamborillava con los dedos sobre el mantel azul, Ricardo recostado en el espaldar de su silla revisaba el menú sin saltar ningún ítem, luego colocó la carta sobre la mesa, cruzó sus manos encima y exhaló un – Lo de siempre por favor.

Hoy es martes, dice el griego que ya no le puede fiar, repitió la camarera a momento de inclinarse coquetamente para cambiar el cenicero y dejar entrever el nacimiento de el escote, la eterna invitación al abismo. Fernando como si hablara desde muy atrás de sus anteojos o como quien repite un viejo mantra _Tenemos efectivo, hoy no te preocupes dijo, para mi una ensalada nomás y levantando la voz, como para que lo escuche yo que recién trepaba el últimos escalón que da a las mesas de arriba – que vas a comer, nada supongo repetí en mis adentros, comer, comer, si creo que una sopa o algo así contesté.

Afuera quedaba la calle, la mañana había caído sobre la ciudad con la certeza de que después del mediodía, en la marcha, estallaría todo. La semana Transcurrió como esas semanas de verano en que se tiene la sensación de que si la temperatura sigue subiendo arderá todo y es lo que sentían las señoras que presurosos se apostaban en los puestos de abarrote y en las verduleras y velas no te olvides , que puede que el gobierno haga apagones otra vez, ha y no te olvides llamar a tu hermana que luego desconectan los celulares para que los marchistas no se puedan comunicarse, que no, no es para eso si no son tan brutos es para la prensa y sobre todo para que los noticieros no puedan informar en vivo, replicaba otra voz, mientras los niños se esforzaban en seguir el paso presuroso de sus padres; hasta el ruido de los motores presagiaba el olor de una tormenta.

1 comentario:

  1. cuando la noche ni se subsbcribe
    y solo dignifica un silencio
    y solo es el puente
    cae..
    aun nos acostumbramos
    siempre esta la ternura y su invalidez
    dismunuye
    y la lucha dejo de ser imagen quien conoce sabe de libertades, quien en no sabe conocera de liberaciones
    como se puede conocer si la libertad no deja de se ser un estado de animo

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